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Energía y Equidad de Género: “¿El vaso medio vacío o que se llena de a poco?”

La mayor inclusión de mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, pero muy en particular en sectores tradicionalmente técnicos y masculinos, es un deber, una obligación de justicia, pero mucho más que eso, una enorme oportunidad.

Para muchos la igualdad de género nos puede parecer algo obvio. Algo evidente, y hasta paradójico. Tan evidente que no nos entra en la cabeza que existan brechas, distancias y barreras gigantes que es necesario remover para que esa idea, racional, haga carne en la realidad.

Y es que la igualdad de género, para que sea efectiva, requiere hacerse cargo de diversas dimensiones del problema.

Entre ellas, por cierto, la primera es estrictamente cultural. Hay muchos, hombres y mujeres, cultos e inteligentes, que aún creen que hay un algo distinto en la mujer que debe hacernos dudar de su capacidad de desempeñarse en el mundo laboral y al mismo tiempo ser mujer, formar o no una familia, hacer de su vida lo que mejor quiera para ella.  “La mujer tiene un rol distinto, tan importante, que debemos resguardarlo”. Sin darse cuenta que si lo que deseamos es resguardar los distintos proyectos de vida de los diversos géneros, debemos hacerlo justamente eliminando, y no enraizando, los estereotipos que conducen a barreras injustas en las que a unos se les impone un cierto rol de género.

Esta dimensión diría algo así como, las mujeres sí son capaces de desempeñarse en cualquier función. Nada en sus capacidades se lo impide. Sin embargo, algunas funciones, altamente demandantes, son una carga demasiado grande como para compatibilizarla con otros roles como los familiares.

Una segunda dimensión es seguramente más burda, pero por desgracia, aún presente. “Las mujeres no están hechas para ciertas funciones”. No tienen la misma lógica racional. No tienen la misma fuerza. No tienen la misma agresividad. Sobre estos casos, no se me ocurre mucho más que decir que este año 2019 el 54% de las personas seleccionadas para ingresar a nuestras universidades son mujeres.

Al mirar los desafíos de la industria eléctrica en materia de equidad de género, podemos hacerlo desde muchas ópticas. Por ejemplo, el número de mujeres en general en la industria, el número de mujeres en funciones de jefatura, el número de ingenieras, el número de altas directivas. Y al hacer este ejercicio podremos mostrar el vaso muy vacío o mostrar un vaso que poco a poco se llena. Y sin embargo, la distancia que debemos recorrer seguirá siendo enorme.

El gran trabajo que ha hecho el Ministerio de Energía con la Agenda de Género y que continúa con la mesa público privada Energía + Mujer son sin duda varios centímetros cúbicos de avance y aporte al sector. Gracias a esta invitación, logramos también constituir en nuestro gremio un grupo de trabajo interno que nos ha permitido el intercambio de buenas prácticas no sólo sobre materias de género, sino también sobre diversidad e inclusión en otras dimensiones como edad, discapacidad o nacionalidad.

De acuerdo a la última Encuesta de Energía y Género, realizado a comienzos de 2018 por el Ministerio de Energía, en 48 empresas del sector sólo el 12% de los cargos en directorios y gerencias generales son integrados por mujeres. En la industria eléctrica sólo llegan al 22% del total de trabajadores.

En marzo de 2019 se darán a conocer los resultados de la última encuesta. Esperamos con ansias estas nuevas cifras, pero más aún que tanto el trabajo interno como el público no se derrame. La mayor inclusión de mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, pero muy en particular en sectores tradicionalmente técnicos y masculinos, es un deber, una obligación de justicia, pero mucho más que eso, una enorme oportunidad.

Columna de Opinión publicada en Revista Electricidad

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Prensa

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