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Columna Rosa Serrano: Resiliencia en Sistemas Eléctricos

El Ministerio de Energía está llevando a cabo el proceso de revisión del marco normativo de distribución. En este contexto, una de las principales preocupaciones planteadas por la industria es la necesidad de incrementar los niveles de calidad de servicio del suministro de electricidad, pero ¿qué tan prioritario es avanzar en ello? Si consideramos que la energía eléctrica no solo actúa como un tremendo motor para el desarrollo económico y sostenible del país, sino que también es una herramienta esencial para mejorar la calidad de vida, la seguridad y, sobre todo, la dignidad de las personas, el contar con un suministro de electricidad continuo y confiable es vital.

No obstante, en Chile, el tiempo promedio asociado las interrupciones de suministro está en torno a las 14 y 18 horas promedio al año, incluyendo eventos de fuerza mayor, tiempos sustancialmente mayores a los de países de la OCDE. Por ello, sin lugar a dudas, resulta absolutamente necesario incrementar la calidad de servicio de nuestros sistemas eléctricos.

En particular, si nos centramos en el segmento de distribución, podemos ver como en los últimos años éste se ha visto fuertemente afectado por eventos de gran envergadura como terremotos, tormentas y aluviones, entre otros, produciéndose daños en la infraestructura e interrupciones de suministro prolongadas. También ha quedado en evidencia que ante eventos de gran magnitud las instalaciones de distribución presentan una mayor vulnerabilidad en comparación con la infraestructura de transmisión y generación.  Esto puede ser explicado, al menos en parte, porque el tipo de infraestructura, comúnmente utilizada en la distribución de electricidad, a menudo está compuesta por líneas aéreas, de diseño cónico y sin un nivel significativo de redundancia.

Pero, ¿por qué ocurre esto? En general, las redes de los sistemas de distribución se diseñan para cumplir los estándares de calidad establecidos en las normas técnicas, las que a su vez, se basan en el concepto de confiabilidad, a través del cual las exigencias son establecidas asumiendo la ocurrencia de eventos con un alto nivel de probabilidad y bajo impacto. Eventos, que por lo demás, muchas veces son de origen endógeno e intentan simular fallas que podrían producirse al interior de los sistemas de distribución.

Al respecto, la resiliencia, aparece como un nuevo concepto en los mercados eléctricos, el cual está siendo ampliamente estudiado a nivel internacional para mejorar la respuesta de los sistemas ante eventos extremos. De acuerdo con el Future Resilience of the UK Electricity System Report,  la resiliencia podría definirse como  “la capacidad de soportar y reducir la magnitud y/o la duración de los eventos perturbadores, que incluye la capacidad de anticipar, absorber, adaptarse y/o recuperarse rápidamente de tales eventos”.  Un aspecto interesante es que al incrementar la resiliencia de los sistemas, naturalmente se incrementa la confiabilidad de los mismos.  Finalmente, el dotar a nuestros sistemas eléctricos de mayores niveles de resiliencia no solo permitirá abordar los desafíos actuales, sino que también los que conlleva la transición energética, y para ello, atrevernos a innovar y replantearnos la forma en la que estamos abordando el desarrollo de los sistemas eléctricos es fundamental.

Columna publicada en Revista Energía 

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Prensa

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