Fue el convulsionado ambiente de la Primera Guerra Mundial, que golpeó también a la economía nacional, lo que unió a las incipientes empresas eléctricas locales.
La crisis provocada por el estallido del conflicto bélico disminuyó las entradas fiscales y produjo una fuerte caída en el valor de la moneda chilena. Esto obligó a las empresas eléctricas a elevar sus tarifas, con el consiguiente reclamo de los usuarios.
El Gobierno de la época no se demoró en reaccionar y promulgó el decreto Nº 771, del Ministerio del Interior del 15 de marzo de 1916, que disponía que toda empresa eléctrica cuyas tarifas no hubieran sido aprobadas por ley debería someterlas a la aprobación del Presidente de la República.
Para hacer frente a la coyuntura, marcada por lo que consideraron restrictivas normativas tarifarias, fue que se formó la Asociación de Empresas Eléctricas de Chile.
La iniciativa partió de don Carlos Alberto Johannsen, propietario de la Empresa Eléctrica de Coquimbo y Guayacán, quien convocó a los representantes de las eléctricas del país a una reunión en Santiago, con el fin de “estrechar las relaciones entre las diferentes empresas y estudiar todos los puntos que convengan para el mejor desarrollo de ellas”. El llamado tuvo una amplia acogida y la reunión se llevó a efecto en los salones del diario El Mercurio de Santiago, el 15 de marzo de 1916.
Se constituyó entonces el directorio provisorio que recibió el encargo de elaborar un proyecto de estatutos para la Asociación de Empresas Eléctricas de Chile.
Y pese a que no tuvieron éxito las gestiones de los empresarios de la época para derogar el mencionado decreto y fijar libremente el precio de venta de la energía, la activa participación y voz experta de la asociación, durante casi un siglo de historia, ha sido clave en el crecimiento de un sector que ha impulsado el desarrollo humano y productivo de Chile.