A nivel mundial, las mejoras en Eficiencia Energética dentro de los últimos 40 años han sido uno de los cambios más significativos en materia energética, aunque no siempre los resultados son tangibles debido a que el ahorro energético en una actividad es, muchas veces, aprovechado para realizar otra, por lo que el ahorro alcanzado se “esconde” en el consumo energético adicional de otra actividad. Es así como , el consumo per cápita de los países que pertenecen a la AIE ha ido en disminución y, aun así, el ingreso per cápita se encuentra en niveles altos en conjunto con el nivel de acceso a servicios energéticos, que continúan en expansión.
Las Inversiones en Eficiencia Energética dentro de la AIE desde 1990 evitaron un gasto de aproximadamente 5,7 billones de dólares en energía. Además, los beneficios se asocian a mejoras en la seguridad energética, mayor productividad y reducción de la huella de carbono. Aproximadamente un 40% de las reducciones de emisiones requeridas para el año 2050 para limitar la temperatura global potencialmente provienen de la Eficiencia Energética.
A nivel nacional, durante 2016 se espera que la demanda de electricidad a nivel residencial y de pequeñas y medianas empresas se incremente en aproximadamente un 6%. Dado que nuestra economía se encuentra en vías de desarrollo, y parte importante de nuestro consumo proviene de la gran minería, no es descartable que en los próximos años observemos porcentajes de crecimiento aún mayores. Sin embargo, este aumento del consumo eléctrico no necesariamente debe implicar la construcción de nuevos medios de generación, ya que es posible abordarlo a través de la implementación de políticas de Eficiencia Energética y, a su vez, traducirse en beneficios ambientales y económicos. Actualmente este rol positivo de la eficiencia energética está siendo reconocido a través de su incorporación en la Política Energética de Largo Plazo: Energía 2050.
